martes, 6 de marzo de 2018

Autobiografía

Soy Andrea Sol, pero cuando nací era solo Andrea.
No era verano pero a mi madre se le antojaron cerezas.

Con tres años hice sitio a mi lado a mi primera amiga
y se quedó ahí sentada cinco años,
hasta que no quiso seguir junto a mí.

A los seis aprendí lo que era una mala persona.
Fue lo único que me enseñó aquella profesora.

Con nueve me quedé sola.
Me dejaron sola.

Conseguí hacer teatro. Descubrí una pasión.
La conocí a ella. Y ella confió en mí.
A ella debo mi Sol.

Crecí y me planté.
No quise volver al pueblo. No quise estudiar ciencias.

Con dieciséis me enamoré. Hice daño y me lo hicieron.
Arrastré años ese dolor. Y también todo lo que aprendí de él.

Llegué al instituto y decidí cantar.
Una decisión tonta que te da lo mejor de tu vida:
aquellos que ahora son tu familia.

Tocó elegir y me entró miedo.
Di un paso atrás. No me veía capaz.
Y pasé cuatro años perdida entre palabras sin escribir ninguna.

Pero crecí.
Rompí. Salí. Busqué. Me encontré.
Y me atreví.
Y di un paso adelante.
Y estoy aquí


Ejercicio propuesto hoy en clase a partir de este poema de Gloria Fuertes.

lunes, 26 de febrero de 2018

Ahora te entiendo

Conoces a alguien. Te llama la atención. Le hablas. Hay química. Pasa lo que ambos queríais.
Empezáis algo. Emoción desbordada. Entusiasmo desmedido. Poesía. Prosa.
Dudas. Felicidad. Diferencias. Similitudes. Discusiones. Reconciliaciones.
Más dudas. Menos felicidad. Diferencias insalvables. Similitudes poco importantes.
La discusión.

«Es mejor así». «Has hecho bien». «No lo soportaba». «Podría haber acabado mucho peor».
Tiempo sin veros. Reflexión. Reafirmación.
¿Un café? Un café. Y una mirada. Y un gesto. Y poesía. Y prosa. Y casi se caen las barreras.
Salvada por la campana.

Más tiempo sin veros. Más reflexión. Más reafirmación.
Una conversación. Y una palabra que te hace sonreir. Y un mensaje que te hace sentirte especial.
Se desata la imaginación. La razón corta por lo sano.
Miedo. Miedo de caer. Miedo de que la razón se rinda a la sensación.
Alivio. Alivio por estar lejos. Alivio por saber que solo te afecta en las distancias cortas.

Ahora entiendo. Entiendo a la que vuelve junto a quien la hace sufrir. Nunca lo había comprendido.
No tiene lógica. Y ese es precisamente el motivo. Que no es la lógica la que motiva esas decisiones.
Ojalá no caigas. Ojalá no vuelvas. Ojalá seas capaz de seguir sola.
Pero no te culpo.
Porque ahora te entiendo.

viernes, 26 de enero de 2018

Martes de enero 9:15 EsadCyl

Es una hora extraña. Todo parece muy tranquilo. Apenas pasan coches por la carretera. El sonido de hora punta que inunda las calles de la ciudad se convierte aquí en un murmullo lejano que arrulla más que molesta.

No se oyen voces. No hay grupos de alumnos charlando animadamente en las escaleras. Ni siquiera hay fumadores intercambiando más humos que palabras. No se deja ver ninguna de esas amistades bañadas en nicotina y alquitrán.

Apenas cantan pájaros. Es pronto para verlos volar. La niebla de enero cala sus plumas y ahoga sus voces.

Solo el sonido de mis propias pisadas me recuerda que no estoy ante una fotografía inmóvil. Suenan distintas sobre la hierba mojada que sobre la tierra húmeda o el duro asfalto. Suena a mañana de enero pisar los restos de sal de las escaleras. Suena al frío de las nueve de la mañana el silencio que envuelve el edificio.

martes, 12 de diciembre de 2017

El monólogo

(En su habitación, NATALIA utiliza el móvil para fijar una alarma.)

NATALIA: Tres minutos. Joder. Tres minutos y luego ¿qué? ¿Nueve meses? No. Ni de coña. No puedo. No quiero. Y no tengo por qué.

Mamá lo entendería ¿verdad? Sí, seguro que sí. No le gustaría pero lo entendería. Mamá sí. Pero ¿Luis? Lo dudo. Si por él fuera… Pero no es por él. Es por mí. Y yo no quiero.

Ya… Y ¿qué hago? ¿Qué le digo? O no se lo cuento. Pero ¿cómo no se lo voy a contar? Tiene que saberlo. Esto es cosa de dos. Tendría que estar aquí apoyándome. Tendría. Pero si lo supiera… Tampoco estaría. Joder, si es que lo sé. Le conozco como si le hubiera parido. Parido. No, joder. No. No, y punto. Que diga misa.

Y si… ¿Y si se lo dice a alguien? No, no lo haría. O sí. A sus amigos. Joder. Y ¿qué van a pensar? No. No me importa. No me importa. Sí. Sí me importa. Pensarán mal de mí. De mí y no de él. Joder, ni que fuera culpa mía. O ¿es culpa mía?

De los dos. Es culpa de los dos. Ya… De los dos según quién. Y lo mismo tienen razón. Joder, si es que la tienen. Es culpa mía. Si es que yo no quería. Bueno, sí quería. Al principio sí. Pero luego no. Joder si es que cómo iba a querer si no teníamos. Pensaba que sí. Si siempre lleva. Y justo ese día no. Pues no. Yo así no quería.

No quería pero… Yo no. Yo no y él sí. Joder, es culpa mía. No tendría que haberle hecho caso. Pero claro, tanto insistir…

Joder, y él ¿por qué insiste? Si sabía que no quería. Bueno, no quería. No quería pero al final no dije que no. Mierda. Si es que es culpa mía. Si no hubiera bebido… O si hubiera bebido menos. Habría dicho que no. Joder tenía que haber bebido menos.

Bueno, pero Luis también bebió. Aunque menos que yo. Y tiene más aguante. Estaba mejor que yo. Joder. Entonces ¿por qué insistía? Claro, a él le da igual. Él se queda contento y yo… Yo así.

Qué cabrón. Y yo echándome la culpa. La culpa es suya. Joder si dices que no, es que no. ¿Es tan difícil de entender?

(Suena la alarma del móvil. Se sobresalta y la apaga nerviosa.)

Vale. Joder. Venga. Joder, joder, joder. Va a ir bien. Y si no… Si no mamá estará ahí. Y Luis… A Luis que le jodan.

(Coge el test de embarazo. Respira hondo antes de mirarlo. Oscuro.)

martes, 21 de noviembre de 2017

Y voló por el aire

Querían haberle hecho permanecer en el suelo.
Querían haberle puesto plomo en los zapatos.
Pero no lo hicieron a tiempo.
Y voló por el aire.

Todos le decían que fuese realista.
Todos le decían que no llegaría a nada.
Pero no quiso escucharles.
Y voló por el aire.

Soñaba con un mundo diferente.
Soñaba con llegar más lejos que nadie.
No se detuvo ante las adversidades.
Y voló por el aire.



(Texto escrito a raíz del siguiente mensaje recibido de improviso: Y voló por el aire. Es un experimento. Escribe un pequeño texto que empiece así.)

lunes, 20 de noviembre de 2017

Apolo y Dafne

Dafne vuelve a casa. Es tarde, muy tarde. Tan tarde que muchos dirían que es pronto. Vuelve sola. Sus amigas quisieron quedarse, pero ella estaba cansada y cruzó la puerta. Se internó en la semioscuridad de una calle débilmente iluminada y vacía. Su única compañía, el vaho con el que su boca nubla el aire a cada espiración. El paso todo lo firme que le permiten unos pies destrozados tras aguantar los tacones toda la noche. Bajo el sonido de sus pasos, en la distancia, comienza a oír otros que se acompasan a los suyos.

 Apolo persigue a su presa. Se fijó en ella nada más verla. Fue inevitable. Una flecha dorada lanzada por Cupido como venganza por burlarse de él: «¿Maricón yo? Eso serás tú si no eres capaz de tirarte a la del vestido rojo». Y para él una flecha era suficiente excusa, ya lo había sido otras veces.

Dafne se gira discretamente sin dejar de avanzar. Reconoce en la distancia al dueño de los pasos. Al menos le había dirigido una docena de negaciones a lo largo de la noche, a sabiendas de que con la primera debería haber bastado. Ninguna flecha de plomo, semillas de odio disparadas por Cupido, la obligaba a rechazarle. No necesitaba ninguna excusa para justificar su negativa, por mucho que él se negase a aceptarla.

Apolo aprieta el paso. No puede dejar que se escape. Es por su bien. Ella no sabe lo que quiere. ¿Cómo rechazar a alguien como él? ¿Quién en su sano juicio rechazaría a un dios? Está claro que detrás de sus negaciones solo había un intento de hacerse la difícil para resultarle más interesante. Le dirigió una mirada antes de salir del local. Una clara provocación. Quería que la siguiera.

Dafne sabe que algo va mal. No es casualidad que vaya en su misma dirección. Creía que no la había visto salir, pero ahora es consciente de que seguramente llevaba toda la noche vigilándola en busca de un momento en el que acorralarla a solas. Y comienza a caminar todo lo deprisa que le permiten sus piernas y sus destrozados pies. Pero no es suficiente.

Apolo nota que acelera. Es imposible que quiera huir. Solo está jugando al gato y al ratón. Y él también sabe jugar a eso. Así que corre hacia ella, acortando las distancias cada vez más. Dobla una esquina y la pierde de vista. Cuando llega a ella la ve parada frente a un portal: le está esperando.

Dafne lucha contra sus propios nervios para acertar con la llave en la cerradura. Reza para poder entrar y cerrar antes de que él lo haga. Pero sus plegarias son en vano y, cuando la puerta está a medio abrir, una repugnante mano alcanza su costado. Apolo empuja, acaricia, agarra, somete. Está en su derecho. Ella quiere, aunque diga lo contrario. Nadie podrá convencerle nunca de que está equivocado. Muchos ni siquiera lo piensan.

Y Dafne desearía ser cualquier otra persona, cualquier otra cosa. Pero no tiene un padre río para convertirla en laurel, porque eso solo sucede en los mitos. Y llora amargas lágrimas de dolor y rabia, sabiendo que habrá quien no la crea, que habrá quien la cuestione. Sabiendo que todo lo que haga lo podrán usar en su contra mientras Apolo disfruta de su corona de laurel.

domingo, 19 de noviembre de 2017

Condena consentida

No quieres. No te apetece. Llevas un tiempo sin ganas aunque no sabes por qué.
Él sí tiene. Acepta que tú no. Lo acepta pero le jode, y tú te sientes fatal.
Le quieres, y te parece que no se lo demuestras. Sientes que algo falla dentro de ti.
Hoy tampoco tienes ganas. Estáis solos y él espera que por fin digas que sí.
Accedes sin saber por qué. Inconscientemente piensas que tiene derecho.
Besos, caricias, ansia y dulzura. Tu cuerpo reacciona y hasta te alegras.
Un estallido de placer al llegar la primera. Y entonces todo se tuerce.
Tarda en terminar. Tú estás deseando que lo haga. No te gusta estar así.
Deseas con toda tu alma decirle que pare… pero no lo haces.
Algo dentro de ti dice tiene derecho. Es su turno, te guste o no.
Si se lo pidieses pararía. Pero no te parece justo. Solo esperas que acabe ya.
Termina y hay lágrimas en tus ojos. «Te quiero». «Y yo a ti». Y no mientes.
Te escabulles al baño con una excusa y te miras en el espejo.
Sola. Desnuda. Frágil. Avergonzada. Víctima de ti misma.
Porque si no has dicho NO ¿es una violación consentida o una autoviolación?



Este texto, como seguramente muchos hayáis notado, no es nuevo. No es más que una reformulación de El texto para adaptarlo al formato que me pedían para un evento. El evento no es otra cosa que el Recital contra la violencia de género que organiza la Asociación cultural HABLA el próximo viernes 24 de noviembre a las 19:00 en el auditorio de la Biblioteca de Castilla y León. Allí estaré recitando junto con otras muchas personas, por si a alguien le apetece pasarse.